Reseña de “El Mal no existe” de nuestro profesor Francisco Rivera

El profesor Francisco Rivera León ha publicado un interesante artículo sobre la película “El mal no existe” de Ryūsuke Hamaguchi
Compartimos un extracto. Encontrarán el enlace del artículo completo al final de la página.

OLVIDA TODO LO QUE SABES SOBRE EL BIEN

Una primera consideración: esta película no es una apología a la naturaleza, a la Madre Tierra, proba y bondadosa que nosotros, los advenedizos homo sapiens, hemos venido a expoliar y consumir. Incluso, pareciera que se trata de justamente lo contrario. El que crea que detrás de todo esto hay un abogar por un ideal ecológico, es porque no ha entendido nada.

Es tal vez la película más filosóficamente violenta, peligrosa, sobrevalorada y contracultural que podremos ver en el último lustro. Pocas obras pueden dejar esa sensación de pesadez y desesperanza en el proyecto civilizatorio como El mal no existe. No recuerdo algo similar desde El caballo de Turín (2011) y Saló, o 120 días de Sodoma (1975). No porque haya un parecido de orden temático, estético o narrativo con esas películas, sino más bien por los efectos secundarios que inundan la mente y el espíritu del espectador una vez finalizado el filme. “Un fantasma recorre Europa” pregonaba Marx, pero ese fantasma, en esta película no es el comunismo, sino el silencio de la physis, de la natura naturans, en una palabra: el silencio de Dios…

¿El mal no existe? Fuerte declaración. Si un título tiene por objeto captar la atención, hacerse un espacio en la vorágine de imágenes y textos que acechan a cada instante y a cada scrolling, éste lo logra, creo, ejemplarmente. Un título debe evocar y provocar en partes iguales. Un ejemplo: Carretera perdida (1997), invade parasitariamente nuestro imaginario con una tesitura inconcebible, ¿cómo puede una carretera llegar a perderse? Un sinnúmero de posibilidades se agolpan en nuestra psiquis. Pero en El mal no existe pareciera ser el ejercicio inverso, es una implosión: un derrumbe de la catedral gótica que representa nuestras certezas. Lo bueno, lo bello y verdadero han estado desde antiguo unidos. Pero pareciera que ahora ese axioma dejará de tener lugar.

Una prevención frente a El mal no existe: es lenta y no hay explosiones, nada de violencia en el sentido tarantiniano del término… ¿o tal vez sí, en el desconcertante final?

Esta película tiene una prima hermana chilena, y se llama El cielo, la tierra y la lluvia (2008). El travelling con los árboles en nadir al inicio, la forma de describir la naturaleza, la parquedad de los personajes, lo hierático de sus representaciones, resuena en forma y fondo con la lúcida obra de José Luis Torres Leiva.

Como todo lo japonés, el pathos en El mal no existe es una condición reprimida. No extraña ver planos excesivamente largos, describiendo acciones mecánicas. Quien la vea, saldrá aprendiendo mucho de cómo cortar leña, de cómo hacer el golpe preciso con el hacha, lo que no está mal…. Pero es en esas acciones aparentemente inocuas, donde esta película, si se le da el beneficio de la duda y la paciencia correspondiente, brilla de forma excepcional. Probablemente Tarkovsky y Haneke estarían muy complacidos con este filme.