Editorial Escuela de Cine de Chile, Julio 2010

Banner editorial_chica_finalEn un comienzo nadie sabía hacer un filme.

El cine nace como una diversión popular y un ejercicio de experimentación de artistas de vanguardia. Ambas motivaciones se dan juntas, aparentemente antagónicas y sin embargo hermanadas en su joven naturaleza técnica y su afán por diferenciarse de las antiguas formas artísticas.

Con el tiempo se olvidaron aquellos tiempos de ignorancia, búsquedas artísticas e ingenio circense. La gran industria llevo al lenguaje cinematográfico a sus cumbres comunicativas y en ocasiones artísticas, a su vez la academia universitaria, quiso atraer a sus aulas el nuevo medio que impulsaba la construcción de los imaginarios colectivos del siglo XX.

Luego, emergió un conocimiento fílmico y se olvido la ignorancia inicial.

En la actualidad la nueva tecnología vuelve a despertar nuestras dudas. El conocimiento cierto se pone en entredicho, la industria desesperada en sus propias crisis busca eventos hipertrofiados para solucionar el abandono de las salas de cine. La academia universitaria intenta bosquejar cánones y teorías, pero olvida la materialidad de las operaciones.

Ahora nadie esta seguro de como deben construirse los filmes del siglo XXI.

La Escuela de Cine de Chile asume la inquietud, las dudas y la incertidumbre. No tiene soluciones concretas ni salidas cómodas, solo ofrece lo único que una persona que desea vivir en el cine y desde el cine puede ansiar y necesita para encarnar su búsqueda: trabajo concreto, operaciones materiales, experimentación en el lenguaje.

Podemos decir que desde hace quince años somos la Escuela de cine que ha desarrollado en forma sistemática el proceso de formación de hombres y mujeres dedicados a la realización cinematográfica. Es desde, este lugar , de donde han surgido gran parte de las nuevas voces del escenario audiovisual nacional, o que somos la institución que ha impulsado de forma más consciente y lucida la transformación de los sistemas de producción actuales, optando por enfatizar por la tecnología digital y los nuevos modos de distribución.

Incluso podríamos agregar, a riesgo de parecer pedantes y soberbios, que la historia del cine chileno actual no sería igual sin nuestra presencia. No somos una Universidad ni una gran empresa educacional, somos una agrupación de aspiraciones familiares, de tensiones creativas, de un ambiente cargado de esa combinación confusa y fascinante de tecnología, arte e industria del espectáculo. Recién en los últimos años hemos pasado a convertirnos en un instituto profesional, pues ante todo, somos y hemos sido, un gran taller de trabajo. Un grupo humano que no busca construir una academia de teóricos del cine o de comunicadores al servicio de los medios, sino un grupo de realizadores en diversos ámbitos del quehacer cinematográfico.

Podríamos decir muchas más cosas, pero las palabras son sospechosas cuando lo que tenemos que ofrecer son obras. Es por eso, que mejor nos silenciamos y los dejamos con nuestros trabajos. Una escuela de cine, sea cual sea, solo es válida en la medida que sus egresados pueden hablar a través de sus obras, el resto son solo catálogos y conferencias de prensa.

Aspiramos solamente a cumplir nuestros deseos, el cual coincide con realizar filmes. Somos personas, envidiablemente felices.

Miguel Ángel Vidaurre F.

Director Académico

Escuela de Cine de Chile

Julio, 2010